¿QUIÉN ES EL SOÑADOR? - LAS HERIDAS DE TWIN PEAKS
ESCRITO POR JAVIER NAVAS GONZÁLEZ
Creo que un día después de haber terminado la serie aún no estoy preparado para escribir sobre ella, pero tras aparecer esta noche Laura y compañía entre sueños he sentido la necesidad de ponerme con esto. No voy a tratar de desencriptar nada ni hablar sobre significados y significantes, pues lo veo algo innecesario y no sé ni hasta que punto es lógico —porque creo que si lo lynchiano es simbolista o surrealista seguirá siendo un misterio por toda la eternidad—, más bien lo que hay a continuación es una reflexión breve —en comparación con lo que podrá llegar a ser un próximo diálogo verbal o un futuro texto reposado— sobre lo que ha significado este segundo acercamiento —primero, en el caso de The Return— a Twin Peaks en su totalidad.
De forma vaga diré que las dos primeras temporadas me han parecido mucho más brillantes que el recuerdo que tenía de ellas. No sólo por lo ya muy reivindicado rupturista de ellas —al implementar un lenguaje cinematográfico a un medio que ignoraba la fuerza formal que podía llegar a alcanzar, y enganchar a todo tipo de público para lograr hacer en el mainstream lo nunca pensado a nivel narrativo— o por los grandísimos momentos cómicos —que entonces no capté en su mayoría— que rodean la serie, sino por la cantidad de detalles que se construyen desde el comienzo hasta el final y que, tal vez, se entiendan mejor en ese segundo visionado. Hasta he disfrutado de esos capítulos en los que Lynch se alejó, a pesar de que sean parte de la culpa de que esto no sea una serie redonda —tampoco creo que lo busque y sus virtudes son gracias a sus riesgos—, tienen sus momentos de belleza.
Considero Twin Peaks una obra maestra porque bajo esa apariencia policíaca o de misterio que le permitió el éxito, esconde una serie de meditaciones —sobre el mal, el inconsciente colectivo, el trauma, la doble naturaleza de lo cotidiano, la memoria...— que nunca había visto desarrollar de tal forma. La investigación del asesinato de Laura Palmer no es más que una excusa para hablar de ese mal, no como crimen, sino como una presencia casi metafísica. Bob no es un espíritu maligno: es la representación de un trauma que se ha vuelto monstruoso, una fuerza que habita en los pliegues de la vida normal y cotidiana de un pueblo tranquilo. La muerte no es un misterio, es una grieta: una forma de mostrar que el mal está incrustado en lo íntimo. Viene de dentro: del hogar, del padre, del deseo reprimido, de los silencios.
Para empezar a hablar de The Return, quiero volver a ese juego de dobles que hay al final de la segunda temporada. Es interesante analizar cómo al descender Cooper a la Logia Negra se enfrenta a ese lado oscuro que había evitado mirar de frente. Porque no, Bob no le posee, Cooper se pierde a sí mismo por no poder enfrentarse a su fragilidad. Y ese es el verdadero peligro. Rompe el espejo finalmente porque su "yo" se ha quebrado, y el reflejo no devuelve lo "real" sino lo reprimido, y eso —Bob— es lo que hay en el fondo. Su viaje deja de ser el de alguien que busca resolver el misterio, ahora será de quien intenta corregir el pasado. Y ahí es donde fracasa. Porque la ética de Twin Peaks no pasa por la restauración, sino por el reconocimiento del daño, del duelo, de la imposibilidad de reparar. Lo que la vuelve una serie profundamente humana es mostrar que la memoria no es archivo, sino una fuerza viva y perturbadora, constantemente a punto de romperse. Recordar no es sólo pensar el pasado, es sentir su peso y no poder soltarlo.
The Return es una historia sobre la imposibilidad de regresar —aunque quieras, aunque te lo propongas, aunque viajes literalmente en el tiempo—. Mientras que otras ficciones usan "el regreso" como promesa de redención o de gloria para el héroe, en Twin Peaks el regreso es pérdida y error. El tiempo no restaura. Cooper ni siquiera se reencuentra con su mundo: se pierde más. The Return no va de volver a casa. Va de descubrir que la casa ya no está.
Todos los capítulos me parecen fantásticos, creo que mantienen la esencia de la serie y la llevan a terrenos mucho más complejos. Y estoy de acuerdo en lo sublime del octavo episodio, es de un riesgo total llevar ese tipo de vanguardia experimental a televisión y de una profundidad tremenda. Debería volver a verlo para ahondar en las historias que ahí se narran, pero me quedo con la posible —aunque debería como digo revisarlo y desarrollar esto— interpretación de que la mujer enamorada es Sarah, que es ese momento en el que pierde la inocencia y "el mal" se inserta dentro de ella —también puede ser justificación para que luego ella tenga las visiones "oníricas"—, que es lo que causa que posteriormente sea una culpable más del caso de Laura —tal vez el verdadero nombre que ella misma susurra— al ser un testigo silencioso.
Pero me remonto a ese magnífico final de temporada en el que Carrie —Laura— no puede regresar a nada porque ya no hay “hogar” al que volver. Y ese desgarrador grito resulta en una especie de catarsis suspendida. Es el no-lugar de alguien que ha sido arrancada de su historia y no puede recordar su dolor pero que lo siente en cada parte de su cuerpo. Cooper ha hecho todo por intentar “salvar” a Laura pero el mundo se ha roto. Lo que parecía un gesto heroico se revela como un nuevo acto de soberbia: no ha entendido que el dolor no puede anularse, que el mal no puede borrarse, que la vida no puede reescribirse como esa narración heroica que busca (Hago un paréntesis aquí para aclarar que me encanta que, aunque por todo esto Cooper sea el villano de la serie, no se le trate como tal en ningún momento. Porque sus actos son puramente humanos y bondadosos, porque tiene un corazón gigante y realmente cae en los errores en los que podría caer cualquier otro).
Nada queda. Todo se deshace. Cooper fracasa. Laura queda suspendida. La historia se niega a cerrarse porque cerrar sería olvidar, y Lynch no quiere que olvidemos. Cooper —y nosotros— no supimos dejarla atrás. Y ese es el gesto más egoísta (aunque bienintencionado) del héroe: robarle la paz al fantasma.
Pero... ¿quién es el soñador?
Tal vez los soñadores seamos nosotros, los espectadores, que deseamos el regreso de Laura, volver a Twin Peaks. Pero es Lynch el que parece preguntarnos con esto si estamos realmente preparados para enfrentarnos a todo lo que conlleva el recuerdo.
O tal vez es Laura, que ha creado a Cooper como guía para su salvación en ese sueño que colapsa con un grito tras escuchar la voz de Sarah reclamando el fin del mismo —recordando en esta llamada su verdadera identidad de la que huye—. Y tendría sentido entonces la centralidad de Laura en la narración pues es una característica común en los relatos oníricos —Véase desde el psicoanálisis de Freud hasta los relatos de Borges o incluso alguna obra del propio Lynch—.
Pero creo que en parte da igual lo que yo ahora interprete o todas las vías que abra porque al final Twin Peaks no busca cerrar heridas sino dejarlas respirar. Es una serie sin cierre convencional porque te sigue persiguiendo hasta en sueños —como a mí anoche— y tal vez la dificultad de articular algo sobre ella no es tanto por su complejidad narrativa —que también— sino porque volver a ella es una forma de volver a sumergirte en su tristeza. Y aun así invita a ello, a volver a verla, a volver a sentirla, a pensarla.
Nos enfrenta a la verdad de que no hay respuestas, y que intentar darlas —como hace Cooper— puede ser incluso más cruel que el silencio. Y sin embargo seguimos volviendo a intentarlo. Porque hay algo profundamente humano en ese deseo imposible de reparar el mundo.
Laura grita y despierta algo en nosotros. ¿Qué nos pide? ¿Qué recordamos en ese instante? No lo sé. Pero sí sé que Twin Peaks no trata de encontrar sentido o respuestas, sino de habitar el misterio. De escucharlo. De no huir.
Y quizás, al final, eso sea lo más valiente.
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